viernes, 17 de mayo de 2013

El amor debe ser otra cosa...

El amor debe ser otra cosa, no sólo la coincidencia de dos seres en una cama, ni el aliento cansado, ni las manos acabadas y tristes, ¡NO! El amor debe ser algo más, lo sé porque la vida grita con fuerzas y su furia se escucha en todos lados, incluso en mi corazón muerto.

No espero caricias, ni roces atroces anticipando finales, mi cuerpo no quiere eso, ni el más pequeño de mis pensamientos aspira a algo tan banal, quisiera desnudarme en letras lo que el pensamiento calla, demostrarme que la triste calle gris que decora mi vida tiene aún ventanas abiertas, paseos no recorridos, confianzas irresueltas, el tránsito se ha vuelto pesado, el tiempo salomónico ha dejado un rastro lento, mis piernas febriles buscan, buscan, buscan sin saber qué, tropezaba frecuentemente con mi sombra, pero hace tiempo que ni eso, aletargado en un partenón perezoso y en ruinas, destruyendo lo que puedo, porque destruir ha sido mi arte mal sano, olvidando muertes, sepultando inconscientes, abogando por una justicia que imagino inexistente, los ojos me brillan y lloran, pesan, pesan demasiado, pero a final de cuentas sólo queda esto -NADA, porque antes nada hubo.

Caretas abajo, honestidad, brutalidad, verdad, no son tesoros, son necesidades básicas del espíritu, encontrarlas a flote nunca, hay que enterrarse, morirse y nacer, amar, amar, amar, como una obligación, la más divina de ellas, no como los amorosos de sabines, ni buscando al "nuevo salvaje" de Vargas Llosa, amar de esa manera es perder, y el amor debe ser otra cosa, encontrar, crecer, sentir, llorar, volar, muerte inmediata, eterna, muerte del pensar, porque para poder nacer, antes hay que morir, morir en vida como lo hacen los prudentes.

El amor debe ser otra cosa, lo repetía incansablemente en un ejercicio de auto convicción, mientras se miraba las tristezas largas y las cuentas del tiempo sin saldar, las miraba sin comprender que la realidad lo rebasaba por las noches,  mientras yacía desnudo entre sábanas de promesas falsas y futuros soñados, la cantidad de te amos ridículos y pueriles correspondían a las mismas carencias que en las tardes muertas, le venían en una avalancha, y sabiendo que el estrecho pasillo de los recuerdos en algún momento se vuelve incómodo, prefería ignorarlas en la más vil forma de engaño personal, pues a final de cuentas el mecanismo de defensa resultaba en una especie de condicionamiento clásico, andaba errado, ubicuo sin lugar, aliento sin motivo, gris, cubriendo tramos largos en distancias breves, ayudado del azar algunas veces, vivía entre noches solas y almohadas húmedas de nada, las vejaciones auto infligidas resultaban en un sueño surrealista de algún español amigo de Dalí.



















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